Acaba de salir a la venta en español "El viaje del elefante" de José Saramago con respecto a su libro el escritor portugués dijo que:"Es un libro donde no se notan ni los 86 años ni la enfermedad que he tenido que soportar".Considera una victoria haber terminado el libro luego de la interrupción provocada por razones de salud.
Con respecto a su modo de escribir dice que es un "escritor desprogramado. No he tenido nunca una lista de obras para escribir. Siempre he acabado un libro sin cualquier idea de lo que podría venir después, me quedaba esperando que la idea para una nueva novela se presentara y hasta el día de hoy siempre se ha presentado",agregó.
Fragmento de El viaje del elefante
No sopla viento, sin embargo la niebla parece moverse en lentos torbellinos como si el propio bóreas en persona, la estuviera soplando desde el más recóndito norte y desde los hielos eternos. Lo que no está bien, lo confesamos, es que, en situación tan delicada como ésta, alguien venga y se ponga a sacarle lustre a la prosa para añadirle algunos reflejos poéticos sin asomo de originalidad. A esta hora los compañeros de la caravana ya han notado la falta del ausente, dos se han declarado voluntarios para retroceder y salvar al desdichado naufrago, y eso sería muy de agradecer si no fuese por la fama de poltrón que le quedaría para el resto de su vida, Imagínense, diría la voz pública, el tipo allí sentado, esperando que apareciese alguien a salvarlo, hay gente que no tiene ninguna vergüenza. Es verdad que estuvo sentado, pero ahora ya se ha puesto en pie y ha dado valientemente el primer paso, la pierna derecha primero, para exorcizar los maleficios del destino y de sus poderosos aliados, la suerte y la casualidad, la pierna izquierda de repente dubitativa, y no era caso para menos, pues el suelo ha dejado de verse, como si una nueva marea de niebla hubiese comenzado a subir. Al tercer paso ya no consigue ver ni siquiera sus propias manos extendidas hacia delante, como para proteger la nariz del choque contra una puerta inesperada. Fue entonces cuando se le presentó otra idea, la de que el camino tuviera curvas a un lado y a otro, y que el rumbo adoptado, una línea que no sólo quería ser recta, una línea que también quería mantenerse constante en esa dirección, acabara conduciéndolo a páramos donde la perdición de su ser, tanto la del alma como la del cuerpo, estaría asegurada, en el último caso con consecuencias inmediatas.
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