Volví a encontrarme con Antonio Tabucchi, a través de su libro Sostiene Pereyra, una novela publicada en 1995.Comencé a hojearla y redescubrir algunas marcaciones en su texto, quizá lo marqué como una ayuda para mi memoria o para cuando quisiera recordar porqué me gustó tanto el libro. Y fue así que me encontré con las palabras de este autor italiano que escribió la historia de un viejo periodista, en la Lisboa de 1938, acorralado por el totalitarismo de la época. Un periodista llamado Pereyra ,personaje que se encarnó en el cine a través de la actuación de Marcelo Mastroianni, arrastrado por la abulia cotidiana entra en contacto con un joven comprometido con su época.Paradójicamente el tema de la muerte los une y , a la vez, le recuerda a Pereyra el valor de la vida provocando en él una inevitable transformación.
Es una novela donde se replantean preguntas existenciales siempre inquietantes respecto de la vida y, de su contraparte, la muerte.
Tabucchi escribió en la décima edición italiana que:
(...)En portugués Pereyra significa peral y,como todos los nombres deárboles frutales, es un apellido de origen judío, al igual que en Italia los
apellidos de origen judío son nombres de ciudades.Con ello quise rendir
homenaje a un pueblo que ha dejado una gran huella en la civilización
portuguesa y que ha sufrido las grandes injusticias de la
Historia.Pero
hubo otro motivo, esta vez de origen literario,que me empujaba hacia ese nombre: una pequeña pieza teatral de Eliot titulada What about Pereyra?, en la que dos amigas evocan, en su diálogo, a un misterioso portugués llamado Pereyra, del cual no se llegará a saber nada.De mi Pereyra, en cambio, yo comenzaba a saber muchas cosas.En sus visitas nocturnas me iba contando que era viudo, cardiópata e infeliz. Que le gustaba la literatura francesa, especialmente los escritores católicos de entreguerras, como Mauriac y Bernanos, que estaba obsesionado por la idea de la muerte, que su mayor confidente era un franciscano llamado padre Antonio, con el cual se confesaba emeroso de ser herético porque no creía en la resurrección de la carne. Y después las confesiones de Pereyra, unidas a la imaginación de quien escribe, hicieron lo demás.(...) El día feliz del nacimiento de un hijo mío también nacía, gracias a la fuerza de la escritura, la historia de la vida de un hombre.Tal vez, en la inescrutable trama de los eventos que los dioses nos conceden, todo ello tenga su significado.
En esta novela Tabucchi nos confronta con la responsabilidad que tenemos como sujetos enmarcados en un contexto histórico , al que ineludiblemente no nos podemos sustraer, al menos, sin consecuencias.
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