sábado, julio 29, 2006

Onganía en : " La noche de los bastones largos"

Hoy se cumplen cuarenta años del momento en que se comenzaba a desmantelar la universidad pública, logro que aún se mantiene ya que actualmente no logra reponerse de las pérdidas representadas por la gran cantidad de investigadores que se fueron de Argentina huyendo de la dictadura de Onganía.


Por eso reproduzco el testimonio de Sergio Morero para recordar lo acontecido en dicha fecha:

"En 1966 yo tenía 31 años y era cronista de universitarias en la revista Primera Plana, bajo las órdenes directas de Ramiro de Casasbellas, director periodístico del semanario.En tal carácter, participaba de todos los actos oficiales (y de los otros) del quehacer universitario.Presencié las deliberaciones de la Asamblea Universitaria que, el año antes había elegido como rector de la Universidad de Buenos Aires al candidato humanista ingeniero Hilario Fernández Long, superando en sufragios al reofrmista doctor Rolando García.Yo tenía mi corazoncito junto al de los reformistas pero, junto con ellos, perdí la elección.A pesar de todo escribí para la revista (o intenté escribir) una nota objetiva. ¿Quién iba a imaginar que Fernández Long sería un excelente rector reformista al frente de la UBA? Yo, al menos, no.

También estuve, claro, la noche que el Consejo Superior de la Univerisad trató el decreto oficial Nº 16.912 que designaba como delegados del Ministerio de Educación al rector y a todos los decanos. En una vibrante sesión, el Consejo rechazó el nuevo status impuesto por las autoridades del gobierno de facto:"Aquí nos quedamos.Que nos echen como al presidente Illia, si quieren", se escuchó decir.

Era ya muy entrada la noche cuando todos abandonamos las casona de Viamonte 444, sede del Consejo Superior.El silencio era ensordecedor.Al llegar el rector a la calle, dispuesto a toma el auto que lo estaba esperando, una mujer (¿estudiante,profesora?) lo tomó del sobretodo negro y casi gritando le dijo:"Viva la democracia!". Hilario Fernández Long hizo lo que pudo para reprimir la emoción y en voz muy baja, casi para sí mismo le contestó:"Sí... que viva"


El 29 de julio el clima era muy tenso en los ambientes universitarios de Buenos Aires.Se decía que grupos de estudiantes habían tomado algunas facultades, dispuestos a resistir la intervención.Yo llegué a la redacción -que funcionaba en Perú 367- y escribí mi nota habitual sobre las novedades universitarias.Ya la había entregado cuando de, pronto, se escucharon algunas sirenas, chirridos de frenos, gritos."Creo que es acá cerca, en Exactas" le dije a Ramiro.(La Facultad funcionaba entonces en Perú 222, a cien metros de Primera Plana.) 2andá rápido a ver qué pasa", me contestó.

Muerto de miedo, con la credencial de Prensa en la mano que menos me temblaba , vi como la Guardia de Infantería, cuerpo especializado de la Policía Federal, entraba en Exactas, armada con sus bastones largos, rompiendo los vidrios de las puertas, pisándolos luego con sus borceguíes para hacer más impresionante el brutal allanamiento (¿o para calmar ellos también su propio miedo?) Se les había dicho que los ocupantes del edificio estaban armados mientras vociferaban:"Salgan, comunistas de mierda! Judíos, hijos de puta!".


Quienes salieron, con los brazos en alto fueron alumnos y profesores, armados hasta los dientes con lápices, libros, apuntes, cajas de compases y reglas de cálculos.Los hicieron desfilar entre una doble fila de compases y reglas de cáculo. Los hicieron desfilar entre una doble fila integrada a palos antes de llevárselos, detenidos y heridos, en los camiones celulares estacionados de culata a lo largo de la calle Perú. Los policías tuvieron mala suerte de que entre los golpeados estuviera el profesor norteamericano Warren Arthur Ambrose, quien horas después armó un escándalo internacional con este suceso.

Volví a la redacción, conté todo a Casasbellas, alguien me convidó con un tazón de café para ver si dejaba de temblar y de putear.

Ramiro tiró al canasto mi columna de universitarias, rompió también otras notas de menor interés, llamó a un par de redactores para que hicieran un análisis político de este hecho político, y me pidió que escribiera un detalle de todo lo ocurrido. Así lo hice. Cuando corregíamos los originales le dije a Ramiro de Casasbellas que este episodio me había hecho acordar a aquella noche europea de 1938 de cristales rotos y cuchillos largos, empuñados por los amigos de Adolf Hitler. Sólo que esta vez se trataba de bastones de madera.Así fue como nació ese título, luego tan popular:"La noche de los bastones largos".




Con este hecho la Universidad de Buenos Aires clausuraba una década (1956/1966) de excelencia académica y era el inicio de otros hechos turbulentos que sacudirían al país bajo la dictadura de Onganía.Se produjo una renuncia masiva de docentes prestigiosos luego reemplazados por obedientes "intelectuales" que, en muchos, casos según el epistemólogo Gregorio Klimovsky eran merecedores de la medalla de oro a la estupidez.


Palabras de Gregorio Klimovsky refiriéndose a las consecuencias académicas de este hecho violento:

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Enrique Ruspini, creador del mouse informático, cuenta cómo logró exiliarse:

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2 comentarios:

[ mªr ] dijo...

Buscando información para un trabajo de la facultad, me encontré con este post. Excelente.

Saludos.

Claudia Bazán dijo...

Mar:

gracias,espero que vuelvas por el blog!