El silencio cómplice de gran parte de la Iglesia Católica,aún en democracia, frente al homicidio del obispo Angelelli, permitió que no existiera justicia hasta que aparecieron demasiadas pruebas como para reabrir la causa.
Los tiempos oscuros habían comenzado en marzo del 1976.La botas trataban de silenciar con su paso feroz a los militantes de la vida.Los asesinatos de los curas Gabriel Longeville, Juan de Dios Murias y del laico Wenceslao Pedernera, obligaron al Obispo Angelelli a buscar la verdad sabiendo que , tal vez pronto, sería su turno.-Es a mí a quien buscan; si me voy, me van a matar las ovejas- dijo el Obispo antes de partir a buscar datos sobre los asesinatos en Chamical.
Así como tantas veces había estado al lado de los campesinos ayudándolos a formar cooperativas y enfrentando a los terratenientes, así seguía del lado del apostalado de la justicia, y por lo tanto, decidido a buscar la verdad.Ofició la misa en Chamical en cuya homilía denunció los crímenes.Luego partió por los caminos polvorientos de La Rioja junto al padre Arturo Pinto;habían logrado reunir bastante información.