Por Claudia Bazán
Más que escribir una semblanza de Alejandra Pizarnik me parecen interesantes las palabras de quien la conociera, es por ello que transcribo el prólogo de Enrique Molina que fue publicado en la re-edición de los libros "La última inocencia" y "Las aventuras perdidas" (Buenos Aires, 1976) en Botella al Mar.
"Cuando pienso en Alejandra la veo pasar, solitaria, en una de esas enormes burbujas del Bosco donde yacen parejas desnudas, dentro de un mundo tan tenue que sólo por milagro no estalla a cada segundo. Pero la suya es una burbuja nocturna, irisada como una perla negra. Criatura fascinada y fascinante, víctima y maga, ardía en la hoguera y, al mismo tiempo, con esa maldad de la poesía, prendía fuego al mundo circundante, lo hacía arder con una fosforescencia tierna y sombría, que iluminaba su rostro de niña con una sonrisa fantasma. Niña predestinada a ser vista, con los ojos absortos, en la ventana de un caserón ruinoso, en alguna de esas aldeas de la Alquimia del Verbo, entrevistas en el fondo de un lago. Pero aún allí, en la profundidad de los sueños, fue también la extranjera, la extraviada de sí misma. Una desconocida con su mismo rostros avanzaba hacia ella en todo lugar, en todo instante de su existencia terrestre, interrogándola con las preguntas más desgarradoras, planteándole sin cesar sus propios enigmas, el misterio de todo amor y de toda ausencia. Porque Alejandra permaneció siempre en el linde perdido de otra ribera, cuyo eco no dejó nunca de resonar en las zonas de sombra de su ser con la nostalgia de "los verdes paraísos de los amores infantiles.
Pocos seres he conocido tan plenos de fatalidad poética. Extrañamente, todos sus elementos, sus pájaros, sus nubes, su país de huérfana que oculta un secreto desmesurado, su memoria y su pasión se ordenan en dos coordenadas esenciales: el deslumbramiento de la infancia, cuyos poderes sobrevivían en ella, y un permanente sentimiento de muerte, como otro deslumbramiento terrible que la precipitaba al asombro y al terror. Duende desposeído por la caída, cautiva de un reino perdido, sólo podría ver las cosas a la luz de esa exigencia inflexible y sin consuelo. No tenía salvación: no había aprendido a mentirse, a resignarse, a olvidar".
Según el escritor Tomás Eloy Martínez los grandes cambios sociales se hacen visibles en los pliegues de la literatura como una anticipación inevitable , ejemplos son Roberto Arlt en Los siete locos narrando el golpe del 30, o Cortázar en Rayuela (1962) donde quedan plasmadas la rebeldía y el misticismo de las dos décadas siguientes.De la misma manera en "La condesa sangrienta"(1971) de Pizarnik parecen registrarse las huellas del genocidio que llegaría con ferocidad en 1976.
LEJANÍA
Mi ser henchido de barcos blancos.
Mi ser reventando sentires.
Toda yo bajo las reminiscencias de tus ojos.
Quiero destruir la picazón de tus pestañas.
Quiero rehuir la inquietud de tus labios.
Porqué tu visión fantasmagórica redondea los cálices de estas horas?
Mi ser henchido de barcos blancos.
Mi ser reventando sentires.
Toda yo bajo las reminiscencias de tus ojos.
Quiero destruir la picazón de tus pestañas.
Quiero rehuir la inquietud de tus labios.
Porqué tu visión fantasmagórica redondea los cálices de estas horas?
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