lunes, abril 03, 2006

Bersuit de ahora


Por Nacho Blaconá



Nadie está a salvo de la locura...


Para aquella persona que nunca fue a un recital de Bersuit Vergarabat y comúnmente disfruta un show desde la comodidad de su butaca o participa de un espectáculo con tibias arengas o esporádicos coros, es probable que la situación lo termine atropellando y sin saber porqué, al cabo de un instante, su cuerpo esté saltando, rebotando y hasta haciendo pogo junto a una horda de cuerpos calientes y sudorosos que giran al lado suyo.

Es que el grupo siempre se destacó por la fuerza, la energía y la potencia que despliegan sobre el escenario los integrantes de la banda en pijamas. El encanto, la adhesión de la gente, la identificación con el grupo sobrevino a partir de la entrega de cada uno de estos músicos para provocar en sus shows una verdadera fiesta.

Hacía dos años que la Bersuit no visitaba la ciudad de Rosario. Y en esta oportunidad se presentaron en el estadio cubierto de Newells Old Boys frente a una multitud. Gustavo Cordera se refirió a su familia, esa legión de fanáticos que coreaba a rabiar sus temas, y les aseguró que los extrañaba.

La familia de Bersuit





No hubo sorpresas en cuanto a las canciones. Para tocar eligieron los temas pegadizos, los conocidos, los éxitos de su carrera.

mi caramelo (version Rosario)





Los organizadores calcularon más de 7000 personas. La fiesta se desarrolló en orden. Los dispositivos de seguridad desplegados para la ocasión funcionaron prolijamente. Sólo se registraron algunos casos de baja presión por el calor agobiante que hacía en el campo.

La Organizacion (entrevista)




Pero …

Pero las cosas como son. Hoy la propuesta de Bersuit Bergarabat perdió originalidad. Atrás quedó el desparpajo y la irreverencia que los caracterizó en otras épocas. Aquella banda que derrochaba talento creativo comenzó a vender las remeras. Se ve que los ingredientes eran consistentes y de calidad. Por eso un buen día el gran alquimista Gustavo Santaolalla los mezcló y llegó a la fórmula que hoy conocemos. Un fruto acabado. Un producto terminado.
Y quizás sigamos bailando, saltando y disfrutando cada espectáculo que brinde la banda. Quizás volvamos a casa transpirados como si hubiéramos participado en una clase de gimnasia. Pero acaso con las manos vacías.



El aguante para catupecu

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